viernes, 26 de septiembre de 2008

SI TÚ FUERAS. ROMANCILLO



Si tú fueras tierra
muy fértil sería,
y yo en simiente
me convertiría.

Si tú fueras agua
muy clara sería,
y teniendo sed
de ti bebería.

Si tú fueras cielo,
cielo azul sería,
y yo siendo nube
te acariciaría.

Y si fueras noche,
que bella sería
y yo siendo luna
te acompañaría…






ENLAZADO



Quisiera derretirme entre tus manos,
al sentir la pasión de tus caricias.

Quisiera sentir calor de tus brazos
y reposar mis labios en los tuyos;
mirarme reflejado por tus ojos.

Quisiera confundirme entre tu pelo,
y oculto y cauteloso en su maraña,
deslizarme en silencio cual araña
por tus senos, tus muslos y tu vello.

Quisiera introducirme, en tu sueño,
amarte cada vez que estés dormida
y encontrar así, sentido a mi vida;
quisiera cada vez que nace el alba
despertarme recostado en tu pecho.

Quisiera introducirme, en tu risa,
quisiera poseer tu carcajada
y quisiera sentirme como dueño
del evasivo amor que no me ofreces,
amarte muchas, muchas, muchas veces
con lujuria, sin prisa, en la calma.


Quisiera en cabalgarme a tu cintura
y con besos, caricias y dulzura
jugar contigo a solas sin censura
en una noche de invierno muy oscura
con derroche de halagos y ternura
y mecernos como un barco en una ola
siendo ya, nuestras almas una sola.




LA VIDA

La vida es bella; admírala.
La vida es un reto; enfréntalo.
La vida es un deber; cúmplelo.
La vida es preciosa; cuídala.
La vida es riqueza; consérvala.
La vida es un misterio; descífralo.
La vida es tristeza; supérala.
La vida es tragedia; domínala.
La vida es tu vida; defiéndela.
La vida es felicidad; merécela.
La vida es aventura; vívela.
La vida es fuego; ¡no te quemes!
LA VIDA ES AMOR; ¡VÍVELO!

¿QUÉ ES LA POESÍA?


Ya resuenan los ecos de la rima.
Me angustian el recuerdo, y el presagio,
y supongo que hablar de amor es plagio.
Las palabras me invaden y esclavizan,
y me tiembla la mano enajenada;
y también tiembla mi alma desnudada.
Se asemejan mis versos a otros versos,
me conmueve la pena que no es mía,
y lloro con un llanto emocionado.

Pues, ¿qué me anima a escribir poesía?
¿Acaso es nuevo el llanto enamorado?
¿Tiene dueño el amor? ¿Lo tiene el llanto?

martes, 23 de septiembre de 2008

LA ORQUESTA

Rosaura había nacido en una cabaña en medio del bosque. Vivió con sus padres durante toda su niñez; sus primeros catorce años. Sus padres decidieron que ya era hora de trasladarse al pueblo más cercano que está a dos kilómetros, para que se relacionara con otros niños y niñas, y asistiera al colegio, para adquirir conocimientos que no fueran los del bosque que dominaba muy bien. Pero Rosaura no se resistía a vivir fuera del bosque y cada día cuando salía del colegio, cogía su bicicleta y se introducía en lo más profundo de dicho bosque para hablar con los que habían sido sus amigos durante los anteriores años; los árboles y los animales. El primer día, se fue directamente a ver a su más viejo amigo. Un cedro que no se sabía su edad, pero que podría tener más de quinientos años y que estaba tan viejo que casi no se sostenía de pie. Aquel cedro, la había acunado entre sus ramas desde que era casi un bebé, y a Rosaura le gustaba oír la melódica música que interpretaba, cuando el viento lo acariciaba y lo animaba a tocar su armónica. Le gustaba mucho conversar con él, y él, a la vez, le daba buenos consejos y la hacía sentirse feliz. Aquella tarde, lo encontró raro, callado, triste; pero al fin le dedicó unas palabras.

–Rosaura, ya ha llegado mi hora; aguantaré pocos días más; el viento de otoño sopla con fuerza, y me tumbará porque mis raíces son tan viejas que no aguantan mi peso. Rosaura miró al anciano cedro con los ojos anegados de lágrimas.

–¿Me dejarás sola? ¿Qué haré yo sin ti?

–No te preocupes, tienes muchos amigos en el bosque. Ellos cuidarán de ti. Pero quiero que hagas algo por mí. Cuando mi tronco caiga al suelo, quiero que busques un carpintero y que haga con mi madera muchas casitas, las cuelgue en los otros árboles, para que los pájaros y otros animalitos que se guarecían entre mis ramas, vivan dentro de ellas. Quiero ser útil; no quiero que mi tronco falto de vida se pudra y pasado un tiempo nadie me recuerde; quiero permanecer aunque transformado, y ser de utilidad a otros, porque así será como si no hubiera muerto. Seguiré estando vivo en vuestro recuerdo; pues, no desaparece lo que muere, sino lo que se olvida. Rosaura, callada, seguía llorando y sus lágrimas rodaron por su cara hasta caer en el tronco del cedro.

–Haré lo que me pides y nunca te olvidaré.

En pocos días, el árbol fue perdiendo su estabilidad y una noche que el viento sopló con más fuerza, cayó rompiendo parte de sus ramas y aplastando sin querer, a otros arbolitos más pequeños. Al día siguiente, cuando Rosaura llegó, volvió a llorar apenada junto a aquel gigantesco árbol caído. Cuando consiguió serenarse, corrió hasta el pueblo y contó al carpintero el deseo del cedro. El carpintero pidió ayuda a todos los vecinos, y entre todos, hicieron centenares de casitas que colgaron en todos los árboles más altos del bosque. Los árboles se pusieron muy contentos al saber que podían colaborar para que se cumpliera el deseo de su amigo y hasta entonces compañero.

Durante el resto del otoño y en todo el invierno, los pájaros y otros pequeños animalitos, se fueron acomodando en las casitas que colgaban de los árboles, bajo la atenta mirada de Rosaura que no faltó ni un día a su cita con el bosque. Y cuando llegó la ansiada primavera, en el bosque se produjo una explosión de alegría tal, que Rosaura no pudo evitar contagiársela a todos los ciudadanos del pueblo, y todos fueron a ver y escuchar lo que Rosaura les había comentado: el cantar de los pájaros, el mugir de los ciervos, el croar de las ranas, el sonido de violines que producía el suave viento al pasar a través de los hilos de seda de las telas de arañas, acompañados por el tambor que tocaban los caballos al correr por la pradera, sonaban con tal armonía, que era como escuchar un gran concierto.

martes, 16 de septiembre de 2008

CUANDO LA RAZÓN PIERDE SU NOMBRE

La deseo. La deseo con fervor, con toda la pasión, con toda la fogosidad que es capaz de sentir un ser humano; con todo el cariño. Ella lo intuye, lo sabe y trata de que yo sepa que lo sabe; se contonea cuando pasa junto a mí; se inclina hacia mí para que vea el canalillo, la perfecta cesura entre sus senos, y sonríe. Mi corazón palpita acelerado, y sufre en silencio; me siento como un parvulito en su primer día de colegio, y no me atrevo ni tan siquiera a insinuarle mis sentimientos hacia ella. Pero ella, lo sabe…
Hoy, me ha dicho sin rodeos, sin recato: ¿te gustaría venir a un sitio donde podamos vernos a solas, donde no nos moleste nadie? Quiero calmar esa sed de amor que te está llevando al borde de la locura.
‒Sí, –le he contestado.
–Mi padre tiene un viejo apartamento, y está cerrado desde hace un mes, a la espera de decidir si lo restaura o lo vende. En este papel te he anotado la dirección. Toma las llaves de la entrada, y del apartamento, y me esperas allí; llegaré al anochecer. Cuando entres, cierra la puerta, y no abras a nadie; abriré con mis llaves.

El apartamento está en la primera planta. Acabo de entrar. El salón en penumbra, me da un poco de miedo; empieza a oscurecer y sólo entra por la ventana el débil resplandor de las escasas luces de la calle. He encendido una vela que he comprado por indicación de ella, porque la luz eléctrica está cortada. Ya me siento más tranquilo. La tenue luz de la vela, da un toque sensual al recinto que ilumina.
He puesto un CD en el aparato de música, y ha comenzado a sonar una melodía suave…
Me acerco a la ventana. Una de esas que cuesta de abrir por estar afectada por los estragos del tiempo, y su cristal opaco por la misma razón. Con gran esfuerzo, he logrado abrirla y sacar la cabeza a través de ella.
Y… allí viene. La veo cómo se acerca a la entrada del inmueble, y mi corazón se acelera.

Ya está aquí. Ha entrado y caminado hasta situarse ante mí. Vestida de negro. Negras sus medias, negros sus zapatos de tacón y negro también, el pañuelo que acaricia su esbelto cuello.
En silencio, mirándome a los ojos, con los suyos negros que me taladran con una pasión que me hace enloquecer. Yo, estoy inmóvil. Su perfume llena la estancia aromando el ambiente.
Por fin, venciendo mi timidez, la rodeo con mis brazos y la beso. Ella, ante mi indecisión, comienza a desnudarme. La chaqueta, la corbata, el cinto…yo tiemblo como un flan en las manos de un anciano. La camisa, los pantalones…poco deja para mí, mientras ella empieza a quitarse el pañolito del cuello que agita suavemente con la mano. Ya estoy completamente desnudo. Se me acerca hasta rozar mi cuerpo, y me pide que le quite la ropa, que la desnude.
Mis torpes manos no saben cómo empezar, y titubean al desabrochar los botones de su chaqueta. Pero poco a poco, voy cogiendo práctica y lo consigo. Sin esa prenda, se aprecia la prominencia de sus senos; unos senos tan duros que sus pezones perecen querer perforar la blusa; unos senos con los que he soñado tantas veces, y que ahora se muestran aunque arropados todavía, al alcance de mis manos. En este momento, mi timidez ha mutado en audaz decisión, y le quito, más bien arranco, el resto de su ropa, con tal rapidez, que ella se ha sorprendido.
Ahora, la estoy mirando detenidamente, y estoy fascinado. Es tan perfecta, que La Diosa Venus quedaría depreciada ante ella.
La abrazo, y veo que detrás, muy próxima, está la mesa. Una mesa de madera, grande, antigua pero robusta. Sin más preámbulos, la elevo con mis brazos, con el cuidado que requiere mujer tan maravillosa y la deposito encima. Mi excitación es tal, que yo mismo me sorprendo.
Comienzo un recorrido con mis manos y mi boca por todo su cuerpo a la par que ella corresponde con más ardor, si cabe. Estamos solos. Como nunca hemos estado. En silencio. Silencio interrumpido sólo por el tintinear de la lluvia que ha empezado a caer hace poco. Aquí está ella, tan hermosa como la había soñado. A mi merced. O yo a la de ella. Con las yemas de mis dedos recorro la silueta de su cuerpo, de extremo a extremo, por todas y cada una de sus partes. Acaricio su anatomía varias veces, para trazar un mapa mental y táctil, además del visual, que quede grabado en mi memoria, que nunca se me olvide. Voy recorriendo suavemente con mi lengua y mis labios todo su cuerpo, empezando por el interior de sus muslos hacia arriba. Introduzco mi lengua entre la espesura del vello de su pubis, acariciando su clítoris humedecido ya, y ella deja escapar un grito de placer.
Subo hasta morder con suavidad los duros pezones, el cuello, la boca, la lengua, y deslizo mis manos por su cuerpo, tembloroso y lascivo, y llego hasta el lugar propicio, entre los muslos y mojo mis dedos en su vulva que se abre como una fruta madura… la penetro, y en este momento creo que me voy a desmayar de placer. Nos besamos, nos tocamos, nos mordemos con suavidad, pero con ardor, como si fuera el final de nuestra existencia, como si presintiéramos el final del mundo. Es tal la compenetración, que somos dos seres fundidos en uno solo, en cuerpo y alma, en pleno éxtasis…

Eres más hombre de lo que aparentas. Con tus quince años recién cumplidos, has dado la talla para ser tu primera vez –me ha dicho Esperanza.

Esperanza es mi profesora, y hoy me está impartiendo una magistral lección práctica de sexología.

Seguiré aprendiendo, mientras el cuerpo aguante.

Fuera, en la calle, sigue lloviendo…

lunes, 15 de septiembre de 2008

LOS VENCIDOS

El hombre dormita recostado sobre el tronco de un árbol. Intenta atrapar la paz del sueño. Quiere sumergirse en el sosiego y eludir los ecos del recuerdo grabados en su mente. Sostiene en una mano un tetrabrik con vino, y en la otra un trozo de pan. A su lado, una mochila mugrienta que contiene sus escasas pertenencias.
Entreabre sus párpados y rebela parte de unos ojos rojizos quizás por haber llorado. Es como un guiño a la escasa claridad de la tarde. Con gesto fatigado se desprende de su gorra, mugrienta también, y la deja caer al suelo. El sudor reseco retiene partículas de polvo adheridas a los pliegues de su cara. Su atuendo sucio y con desgarrones, ha perdido su legitimidad para convertirse en un envoltorio de harapos. El sol le reanima con un cálido abrazo antes de que sus rayos declinen por el horizonte. Le duele todo el cuerpo. La batalla fue más dura de lo que supuso antes de que comenzara. El enemigo fuertemente armado, les igualaba en número. Fueron necesarios tres asaltos para vencerlos. No hubo muertes, pero sí más de treinta heridos y su poblado destruido.

Un perro hambriento se acerca y se para a pocos metros del hombre. Su pelaje blanquiazul refleja la luz de los tenues rayos del sol que se acerca al ocaso. Se aproxima decidido al trozo de pan. El perro parece estar convencido de que el bulto inmóvil junto al tronco del árbol forma parte del paisaje. Tiene hambre y se acerca sin temor. Un gran error. El hombre estira una pierna, y lo golpea con la punta del pie. El animal sorprendido, emprende una veloz carrera al tiempo que lanza un quejido. El hombre sonríe. Es una risa forzada que deforma la tristeza que refleja su rostro.

Bebe un trago de vino y vuelve a ponerse la gorra. Se levanta y mira hacia donde tuvo lugar la batalla. Sólo ve desolación. Todavía quedan grupos de vencidos formando corrillos. Seguramente debatiendo qué hacer. Pero duda que sean capaces de reorganizarse y hacer una resistencia adecuada pera defender aquel lugar y reconstruir sus chabolas.

Con paso perezoso, se dirige hacia el interior de la arboleda con la intención de buscar y el deseo de encontrar un lugar para dormir. A unos cien metros adentro, ve un alcornoque muy grande y frondoso, y se ha encaramado a una de sus gruesas ramas que se extiende casi horizontal, a bastante altitud del suelo, de la que nacen otras dos ramas, una a cada lado, formando una especie de tridente. Ha cortado unas taramas y se ha construido un nido cual si fuera una ardilla. Se ha envuelto en una vieja manta, dejando los brazos fuera, y ha amarrado una cuerda en el tronco de la rama de su lado izquierdo, pasado el otro extremo por encima de su cuerpo y lo ha fijado en el tronco de la rama que queda a su derecha. De esta manera, no caerá del árbol cuando se duerma. Prefiere dormir arriba para evitar que alguna alimaña le ataque. Anochece. Está tan cansado que pocos segundos después, está dormido. Duerme toda la noche de un tirón.

Se despierta al oír un coro de voces que le llaman y queda sorprendido. Las cincuenta familias que vivían en el poblado, están acampadas con sus heridos, sus niños, sus ancianos y sus cacharros, alrededor del árbol que le ha servido de morada durante la noche.

Ellos no se han percatado de su presencia hasta que la luz del día lo ha puesto al descubierto.Él no tiene familia y vivía solo en una chabola de ocho metros cuadrados. Pero todos sus vecinos lo aprecian mucho y lo consideran parte de sus propias familias. Le han ofrecido que siga con ellos para intentar reconstruir las chabolas ahora que se han marchado los policías y las máquinas. Pero él ha rechazado el ofrecimiento, y se ha puesto en marcha para internarse aún más en el bosque, convencido de que todos le seguirán hasta encontrar otra cañada donde construir sus chozas en el interior del bosque.

Los policías que los han desalojado y destruido sus viviendas, han actuado dentro de la ley. Esas familias de distintas nacionalidades, son emigrantes que viven en condiciones infrahumanas, que quizás no saben que cruzar la frontera con el objetivo razonable, deseable y necesario de buscar una vida mejor, les convierte en ilegales...

viernes, 12 de septiembre de 2008

LABERINTO EN EL TIEMPO

De la noche eterna surgió claridad,
apareció casual la primera vida,
cataratas de agua, fuego y tempestad,
rompieron todo, existencia perdida.

El hielo acopiado exhibió su presencia,

los ríos buscaron su cauce, o su abismo,
la Tierra buscando su forma en el sismo,
el hombre todavía falto de conciencia.

Pirámides que persisten todavía,
faraones buscando el edén perdido,
griegos acaparando sabiduría,
Alejandro conquistando, pervertido.

Romanos imponiendo asaltos y penas.
Cleopatra muriendo de amor y de celo,
Jesús ya cansado marchándose al cielo;
Luchas muy sangrientas, dioses, y condenas.

Galileo muerto por el movimiento.
Leonardo engrandeciendo la belleza.
Señores, reyes, ávidos de grandeza,
pudientes arrasando antiguos cimientos.

Cayó el muro, y acabó la guerra fría,
y ya se abrió una puerta cerrada al mundo.
Acabó el siglo veinte, en un segundo;
sin pensadores, murió la ideología.

La larga historia siguió su acontecer,
muchísimos años de noche y de día.
Miles cosas tuvieron que suceder,
para posar tu mirada, en la mía.

martes, 9 de septiembre de 2008

NO TE OLVIDO


Toqué tu dócil frente de amarillo pajizo,

vi tu cuerpo lívido tan frágil, fugitivo,

que sentí con más fuerza tu adiós definitivo;

el mundo en mi cabeza en trozos se deshizo.



Qué triste aquella tarde amarga que no olvido,

se apagó toda tu voz con un simple suspiro,

tu mirada quedó fija esperando el retiro

suplicando un milagro que no fue concedido.



El fin inexorable llegó sin percibirlo,

te acompañé muy triste a tu final destino

y te puse una rosa de pétalos rojizos.


La coloqué en la tumba y traté de asumirlo,

¡pero me costó tanto, continuar el camino!

Me acosan los recuerdos, me sumen en hechizos.