jueves, 18 de diciembre de 2008

NAVIDAD.



Me regaló su Belén mi madrina,
cargado de añoranza por los años,
de alegría, de tristeza y desengaños,
viejo y esparcido por la hornacina.

José tiene la mano en su cayado
apoyada, descansado en el suelo,
María complaciente mira al cielo,
sonriente, con su rostro iluminado.

Buscándolo, encontrarlo ya he logrado,
adentro del pesebre. ¡Pobre Niño!
Sin cabeza, su cuello seccionado.

Su cabeza, a su cuerpo he pegado.
San José me ha mirado con cariño,
y su Niño un ojito me ha guiñado.




viernes, 12 de diciembre de 2008

MARÍA.


Esparce tu mirada los fulgores
de pasión, que delata tu deseo,
detenido en las manos de Morfeo,
despierta cuando llegan los albores.

Es tu cálido seno docto nido
para el deleite que desea tu alma
cual silencioso paraíso en calma
turbado por un mar enfurecido.

Tu semblante de cándida princesa,
proyecta tu alegría resplandecida
en tus labios de fino terciopelo.

Emoción maternal tu cara besa,
generándose en tu vientre la vida
del niño que será, el Rey del Cielo.

lunes, 8 de diciembre de 2008

EL DRAMA DE JESÚS

Ángel de la anunciación,
anunciaste, a María,
que concebiría el varón
que para todos sería
la paz y la salvación.

Mas, aunque ella te creía,
sintió grande turbación
pues ella no comprendía,
sin contacto con varón
cómo se fecundaría.

Yo soy, el ángel Gabriel,
dentro de ti crecerá,
tú serás la madre de Él;
de tu vientre nacerá
el nuevo Rey de Israel.

Un día nació su hijo
a la entrada de belén,
una cueva por cobijo
y comenzó así el desdén;
un profeta lo predijo.

El Mesías había llegado,
se cumplió la profecía,
por el ángel anunciado
el hijo de Dios nacía
de pastores rodeado.

Jesús le puso de nombre
porque así le fue mandado,
creció humilde, sin renombre,
y por todos ignorado
hasta que llegó a ser hombre.


El momento había llegado
de andar el duro camino,
de apóstoles rodeado,
hacia su fatal destino
como le estaba mandado.

Fue querido, y adorado,
pero no fue comprendido,
por unos divinizado,
por otros fue perseguido
y por Judas traicionado.

En el huerto del olivo,
Jesús, misericordioso,
humillado y comprensivo,
sabiéndose poderoso
prefirió ser compasivo.

Celebraron una cena
que pasó luego a la historia
y dijo no sentir pena,
que sería por nuestra gloria
su martirio y su condena.

Del cáliz que se me ofrece
yo bebo con complacencia
y aunque nadie lo merece
padre, ten benevolencia
con estos doce y yo trece.

Estos por el mundo irán,
divulgando tu doctrina
y tu amor propagarán;
si tu luz les ilumina,
muchas almas salvarán.

Dios, padre mío querido,
yo, Jesús, hijo de ti,
por este cáliz te pido:
descarga tu enojo en mí
por los que te han ofendido.

Ya se acercan los sayones,
están muy cerca de aquí,
deseo que los perdones
y que brille como en mí,
la luz en sus corazones.

Ya me tienen amarrado,
yo con cara taciturna,
con mi cuerpo encorvado,
flagela uno otro lo turna;
ahora ya estoy machacado.

Yo que, he sido elegido,
por la tuya bendición,
aquí sangrante y rendido,
solicito compasión
para este mundo afligido.

Con sublimidad te adoro,
a ti, mi querido padre,
y por compasión te imploro
que no me llore mi madre,
con esta pena que lloro.

Ya me tienen amarrado
a este pesado madero,
mi calvario a comenzado;
padre mío sólo quiero
que perdones su pecado.

En la cruz estoy clavado
como indefenso cordero,
cabizbajo, resignado;
y ahora que casi muero
veo mi madre a mi lado.

Aunque me veas así
alégrate madre buena
y no llores más por mí,
que cumplo, esta condena,
que a mi padre prometí.

Jesús rendido y sangrante
aquel martirio sufría,
y llegó el fatal instante
de que abrazara María
a su hijo agonizante.

Jesucristo la miró,
y dijo: madre querida,
alégrate como yo,
que doy por todos mi vida
como mi padre mandó.

Allí en sus brazos murió
aquel hombre excepcional,
Jesucristo, sucumbió,
para librarnos del mal
y en nosotros perduró.

Y después resucitó
aquel Divino Maestro
y a la gloria se marchó;
recémosle un padre nuestro,
a Él que por todos murió.