sábado, 4 de octubre de 2008

EL ABUELO.

Al débil rayo que el sol de invierno envía,
un viejo mascullando, sentado en el portal decía:
¿Qué hago en este mundo? ¡Si ya no sirvo para nada!
Para dar un paso, ¡Dios sabe lo que sufro!
En ese momento... su hijo, tocándole en el hombro,
le dijo con cara risueña:
¡Padre! ¡Eres abuelo otra vez, es un niño!
¡ Todo ha ido bien!
Y el viejo poniéndose de pie con gran dificultad,
dijo con voz emocionada: ¡Todavía sirvo para algo!
¡Vamos, vamos, yo lo meceré!